domingo, 10 de junio de 2012

UNA PROGRESION NATURAL



Acerca de esto tenemos mucho que decir, pero es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oir. Debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido". Hebreos 5.11-12

La frustración del autor de Hebreos, muchos de nosotros la hemos experimentado en nuestros propios ministerios. Es la de estar trabajando con personas que hace años están en el Camino, y sin embargo una y otra vez se les tiene que volver a recordar cuál es el A, By C del evangelio. El pasaje de hoy nos revela una importante verdad. La progresión natural de la vida espiritual de cualquier hijo de Dios es que eventualmente se convierta en maestro. Cuando el autor se refiere a maestros, no está usando la palabra en el sentido de los roles ministeriales que han sido dados a la iglesia, según Efesios 4. Más bien está haciendo referencia a aquellos que, habiendo madurado, deben comenzar a impartir a otros la vida que han recibido. Esto no es más que la progresión lógica de la vida misma. Nuestros hijos crecen, maduran y eventualmente formarán sus propias familias, reproduciendo su vida en otros.

Dentro de la iglesia, no obstante, tenemos un segmento que se ha dedicado incansablemente a buscar oportunidades para nutrir solamente su propia vida espiritual. Viven asistiendo a conferencias, cursos y seminarios, o leyendo libros queles ayudarán a ser mejores hijos de Dios. Pero no avanzan hacia ese estado en el cual comienzan a interesarse más en el crecimiento de los demás que en el propio. Lo irónico de esto es que tampoco les es de provecho lo que están acumulando para sí mismos. Se convierten en «tardos para oir» y necesitan volver una y otra vez a los rudimentos de la Palabra, porque no usan lo que tienen correctamente. Al igual que el maná de los israelitas, la enseñanza que no se utiliza se echa a perder.

¿Cómo afecta esto nuestro ministerio? Pues muchas veces perdemos tiempo con estas personas, porque su entusiasmo por seguir aprendiendo parece ser verdaderamente espiritual. Pero no hay frutos que demuestran que han dejado de lado ese egoísmo que les lleva a pensar solamente en sí mismos. Nuestra responsabilidad consiste en dirigir lo mejor de nuestros recursos hacia aquellos que sí están interesados en avanzar hacia la condición de maestros. ¿Cuál es su responsabilidad para con este grupo? No los abandone, ni les déla espalda. Pero no ponga todo su esfuerzo aquí tampoco. Invierta con sabiduría, donde su inversión va a llevar a que sus discípulos se reproduzcan en la vida de otros.


sábado, 9 de junio de 2012

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS


Entonces Pedro, tomandolo aparte, comenzo a reconvenirlo, diciendo Señor, ten compasión de ti mismo ¡En ninguna manera esto te acontezca! Pero el, volviendose, dijo a Pedro ¡Quitate de delante de mi Satanas! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las  cosas de Dios, sino en las de los hombres".  Mateo 16.22-23

Lo que nos llama la atención de esta escena es que viene inmediatamente después de uno de los momentos más preciosos de Jesús con los discípulos, cuando Pedro le reconocía como el Cristo, el HIJO de DlOS.  Tal revelación no había sido el fruto de deducciones, ni el resultado de un estudio cuidadoso de las Escrituras. Era algo que le había sido revelado al discípulo por el Padre mismo.  Poco tiempo después, sin embargo, encontramos a Pedro en una postura que demuestra una increíble falta de discernimiento y una profunda incomprensión acerca de los propósitos del Padre para el HIJO.   El discípulo pretendía impedir el cumplimiento de la Palabra que Cristo mismo estaba anunciando que era necesario que el Mesías sufriera muchas cosas y luego fuera muerto en mano de los escribas y los fariseos.  

La escena nos revela una verdad acerca de la vida espiritual, y es que en la misma persona podemos encontrar la más extraordinaria espiritualidad como también las más marcadas manifestaclones de carnalidad.  La verdad es que conviven dentro nuestro las dos realidades, y nuestra capacidad de caer no cesa nunca.  Aunque se han hecho una serie de conjeturas acerca de la clase de persona que estaba describiendo Pablo en Romanos 7, no es descabellado creer que estaba hablando de su propia realidad.  Todos hemos visto en nuestro interior la misma interminable puja entre la carne y el espíritu "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mi". (Ro 7: 19-21).

De esta observación, quedan dos reflexiones: En primer lugar,  nunca te confíes de que estas libre de caer, y de caer en forma estrepitosa. Debes cultivar siempre una actltud sabia hacia los potenciales problemas que pueden llevarte a tropezar, manteniendo en alto la guardia contra las manifestaciones de la carne. Hombres y mujeres mas consagrados que tú y yo han caído, y haremos bien en recordarlo.

En segundo lugar, no te exasperes con las manifestaciones de la carne en tu propia Vida.   A veces, luego de momentos realmente sublimes en Su presencia, encontramos que los pensamientos más horribles atraviesan nuestra mente. No te condenes por esto. Cuando Cristo animó a los discípulos a que oraran para no entrar en tentación, les estaba señalando que la carne siempre iba a ser motivo de estorbo para quienes quieren avanzar hacia cosas mayores en la Vida espiritual. Por esto podemos identificarnos con el apóstol Pablo, cuando exclamó "iMiserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a DIOS, por Jesucristo Señor nuestro".  No es la presencia del pecado en tu Vida lo que te descalifica para el ministerio, sino que tú convivas con él.

domingo, 3 de junio de 2012

LA PAJA EN EL OJO AJENO


¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: «Déjame sacar la paja de tu ojo», cuando tienes la viga en el tuyo?  Mateo 7.3·4

La crítica tiene que ver más con lo que hay en el corazón del que habla, que con la realidad del criticado. El más falto de misericordia, critica lo que ve como falta de misericordia en otros. El más legalista condena el legalismo que ve a su alrededor. El impuntual se irrita y se ofende cuando otros le hacen esperar. Es precisamente este elemento el que resalta Cristo. La crítica procede de la persona que no ha tomado tiempo para examinar realmente su propia vida. La basurita en el ojo de su hermano le resulta ofensiva y no ve que en su ojo hay una enorme viga. Por esta razón, su manera de ayudar al prójimo no produce un resultado positivo. No tiene la claridad de visión para poder realizar una operación tan delicada como remover un grano de arena del ojo ajeno. Además, Cristo revela en esta enseñanza esa tendencia en cada uno de nosotros de querer trabajar más en la vida de los demás que en la propia.  

Tenemos gran confianza en el poder que tiene la condenación para «enderezarle» la vida a los demás. En el fondo, nos volcamos a la condenación porque hemos crecido en un mundo cuyo idioma es el de la condenación. El líder entendido sabe que no producirá cambios en la vida de nadie con las críticas, y aun menos si son críticas compartidas desde el púlpito. La corrección debe ser dada con firmeza, pero con un espíritu de mansedumbre «mirándote a ti mismo, no sea que tú también caigas» (Gálatas 6.1). La crítica no solamente es desagradable a los oídos, también deshonra al Señor con una actitud que no ama. Siendo que hemos sido trasladados al reino ¿no deberíamos, entonces, hablar sólo lo que produce edificación, de
manera que nuestras palabras impartan gracia a los que oyen? (Ef 4.29).

viernes, 1 de junio de 2012

PORQUE EL NOS AMO PRIMERO


"Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero". 1 Juan 4.19

Con frecuencia nos encontramos con cristianos frustrados. Ellos están procurando por todos los medios tener algún encuentro con Dios. Exclaman con desilusión: «¡Yo le busco y trato de agradarlo en todo, pero él no rne contesta! Es como si estuviera ausente". La frustración de estas personas es real. Pero no tiene que ver con la falta de respuesta del Padre, sino con un concepto errado que se ha hecho fuerte entre nosotros.

Es que muchos creemos que Dios es más parecido a nosotros que al Dios que describe la Biblia. Es un ser que es selectivo en escoger con quién se relacionará. A unos pocos, los favorece con extraordinarias experiencias y los visita con su favor. El resto de nosotros parecemos tener alguna característica que nos
descalifica para llegar a esta clase de experiencia. El resultado es que pasamos gran parte de nuestro tiempo tratando de modificar nuestras vidas para que él se fije en nosotros.

En esta versión de la vida espiritual, Dios es distante e indiferente con nosotros. Debemos encontrar la manera de convencerlo para que tenga en cuenta nuestra vida, para que le dé un poco de importancia a lo que nos está aconteciendo. De alguna manera necesitamos seducirlo para que también nos ame.

Nuestro Padre, sin embargo, no es un padre caprichoso como lo pudieron ser algunos de nuestros padres terrenales. Su interés en estar cerca nuestro es mayor que todo el fervor y la pasión que nosotros podamos tener hacia su persona. El anhela participar de nuestra vida y entregarnos la bendición que ha preparado para sus hijos. No necesita que nadie lo convenza para hacer esto, porque quien ha tomado la iniciativa para buscarnos es él. "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé" Jn 15.16).

¡Qué demanda de nosotros este cambio de óptica? Que nos relajemos un poco y dejemos que él nos ame. Cuando hayan cesado nuestros esfuerzos desesperados por alcanzarlo, comenzaremos a darnos cuenta de que ya hemos sido alcanzados por su amor, y que, cada día, de mil maneras diferentes nos hace notar que
él nos busca con amor eterno. Dios no puede ser conquistado por la fuerza. ¡Debemos ser como niños, y
dejarle a él que nos seduzca con su incomparable amor!