sábado, 28 de enero de 2012

LA CORRECCION QUE RESTAURA

"Porque el siervo del Señor no debe ser amigo de contiendas, sino amable para contodos, apto para enseñar, sufrido. Debe corregir con mansedumbre a los que seoponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad". Timoteo 2.24-25

Desviarse hacía la derecha o la izquierda es una tendencia natural en e! ser humano y nuestra responsabilidad pastoral exige que estemos comprometidos con "apartar de la maldad" (Mal 2.6), a muchos. La manera en que hacemos esta tarea, sin embargo, es un tema que debemos considerar con mucho cuidado. Pablo recuerda a Timoteo, en primer lugar, que el siervo de Dios no debe ser la clase de persona que se enreda en discusiones inútiles y acaloradas. Esta es una exhortación que e! apóstol repite varias veces en sus dos cartas al joven pastor. Tendemos a creer que la verdad penetra el corazón de aquellos con los cuales estamos hablando, por la elocuencia y la vehemencia de nuestros argumentos. Nuestras enérgicas discusiones, sin embargo, frecuentemente delatan una falta de paciencia y amabilidad para con aquellos que ven las cosas de manera diferente que nosotros.

En segundo lugar, Pablo enseña a su hijo espiritual que ha sido llamado a ser sufrido. Esto tiene que ver con la capacidad de saber cuándo es tiempo de callar. Nuestra responsabilidad es advertir y exhortar al cambio, pero no podemos insistir en que la otra persona reciba nuestro consejo. A veces, como pasó con Pedro cuando se le advirtió que iba él traicionar a Cristo, debemos callarnos y dejar que la otra persona prosiga con su necedad. El Maestro repitió dos veces su advertencia; luego, calló. Sabía que sus palabras seguirían
trabajando en el corazón de Pedro para producir, a su tiempo, el fruto necesario. El sufrimiento viene cuando sabemos que el otro va a lastimarse y no podemos hacer nada para evitarlo.

En tercer lugar, Pablo advierte que toda corrección debe ser llevada a cabo con un espíritu de ternura. Muchas veces, nuestras correcciones toman la forma de denuncias acaloradas, llenas de ira y condena. Pero el siervo de Dios debe moverse con un espíritu de cariño porque entiende claramente que no es él quien
va a producir el arrepentimiento en la otra persona. Posee una profunda convicción de que está en las manos de Dios producir ese cambio en el corazón de la otra persona. La corrección que hace, por lo tanto, es un aporte que debe complementar el trabajo que el Señor está realizando en la vida del otro. De esta
manera, el siervo entrega la palabra y descansa, confiado en la obra soberana del Espíritu, cuya función, entre otras, es «convencer al mundo de pecado» (Jn 16.8).

Cuando veamos a alguien en pecado, acerquémonos para dar la Palabra en su medida justa. Que el resto de nuestra energía sea canalizada en hablarle a Dios de lo que estamos viendo en la vida de la otra persona. ¡Seguramente nuestra corrección será mucho más efectiva!
¿Cuál es su reacción inicial cuando ve a otros en actitudes comportamientos incorrectos? ¿Qué revela esto acerca de su persona? ¡Qué cosas necesita Incorporar a su actitud para ser más tierno con aquellos que corrige?

viernes, 27 de enero de 2012

VIVIR CON INJUSTICIAS

Pero José les respondió: No temáis, Pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente. Génesis 50.19-20

Podemos convivir con muchas dificultades y sacrificios, pero cuandopercibimos que hemos sido tratados con injusticia nos sentimostraicionados en lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuandoviene de aquellos que más amamos. La agonía de esta insoportable carga la capta el salmista: "No me afrentó un enemigo, lo cual yo habría soportado, ni se alzó contra mí el que me aborrecía, pues me habría ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, ¡mi guía, y mi familiar!, que juntos comunicábamos dulcemente los secretos y andábamos en amistad en la casa de Dios» (55.12-14).

El líder maduro deberá aprender a manejar correctamente las injusticiaspara evitar un proceso que le quitará el gozo y la paz y, eventualmente, pondrá fin a la efectividad de su ministerio. Nada ilustra esto con tanta fuerza como la vida de los hermanos de José. A pesar de que habían pasado 44 años desde aquella terrible decisión de vender a José como esclavo, seguían atormentados por lo que habían hecho, presos del miedo a la venganza. Piense en eso. ¡La mitad de la vida atormentados por algo que habían hecho casi 50 años antes!

No sabemos en qué momento José resolvió las devastadoras consecuencias de ser vendido por sus hermanos, pero el texto nos da pistas acerca de dos cosas que habían ayudado a José a superar la crisis. En primer lugar, José entendía que él no estaba en el lugar de Dios, y que juzgar a sus hermanos era algo que no le correspondía. Nuestros juicios siempre van aestar empañados por nuestra limitada visión humana. Solamente Dios juzga conforme a la verdad. Por esta razón, no le es dado a los hombres el emitir juicio contra otros. Aun el Hijo de Dios se abstuvo de emitir juicio, diciéndole a los judíos: "Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a nadie" (Jn 8:15).

En segundo lugar, José tenía una convicción profunda de que Diosestaba detrás de lo que le había pasado. Esto es algo fundamental para el hijo de Dios. Con demasiada frecuencia nuestra primera reacción en situaciones de injusticia es cuestionar la bondad de Dios, preguntando por qué él ha permitido lo acontecido. Pasaron años antes de que José comenzara a ver el «bien" que el Señor tenía en mente cuando permitió que la tragedia tocara tan de cerca su vida. Mas la convicción de que Dios puede convertir aún las peores maldades en bendición siempre existió, y esto guardó su corazón de la amargura y el rencor.

jueves, 26 de enero de 2012

LA FE QUE VENCE

Abraham se levantó muy de mañana, ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus siervos y a Isaac, su hijo. Después cortó leña para el holocausto, se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho. Génesis 22.3

La fe debe ser una de las cualidades que distingue al siervo del Señor. Existe en el pueblo de Dios, sin embargo, bastante confusión acerca de este tema. Para muchos la fe no es más que un deseo de que las cosas salgan bien. Es la esperanza de que las circunstancias se resuelvan favorablemente y que las dificultades no nos afecten demasiado. Una exhortación que escuchamos con cierta frecuencia en la iglesia es la de hacer las cosas con más fe, lo que delata una convicción de que la fe se refiere a manifestar mayor
entusiasmo en los emprendimientos.

El versículo de hoy nos da una clara idea de que la fe es algo enteramente diferente. Las instrucciones de Dios, que llamaban a Abraham a ofrecer con sacrificio a su único hijo, Isaac, ubicaban al patriarca en el centro de lo que podría ser una profunda crisis personal. La noche posterior a estas instrucciones
debe haber sido una interminable agonía, mientras Abraham luchaba con las reacciones naturales a tamaña petición. ¿Cómo podía este gran Dios pedirle el hijo que tantos años había esperado, que él mismo había prometido? Sin embargo, Abraham no permitió que sus emociones fueran el factor decisivo en su comportamiento. Entendía que el siervo de Dios es llamado a la obediencia, aun cuando no entiende lo que el Señor está haciendo ni el porqué de las circunstancias en las cuales se encuentra. Es, ante todo, con las palabras del apóstol Pablo, un «esclavo de la obediencia» (Ro 6.16).

Note la abundancia de verbos en el versículo de hoy: se levantó, preparó, tomó, cortó, salió, y fue. Sin importar la magnitud de su angustia, el padre de la fe comenzó muy de mañana con los pasos necesarios para hacer lo que se le había mandado, mostrando, de esta manera, lo que es la esencia de la fe. La fe es una convicción profunda en la fidelidad de Dios, que conduce indefectiblemente a la acción. Es la certeza de que, no importa cuán contradictorias y difíciles sean las circunstancias, Dios no se verá limitado en su
propósito de cumplir su Palabra. En este caso, según el autor de Hebreos, Abraham creía que Jehová era «poderoso para levantar a Isaac aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir» (Heb 11.19).

Estos son tiempos en los cuales nuestro pueblo se ve constantemente rodeado de crisis, tiempos difíciles. Si esperamos que actue con fe, nosotros debemos mostrarlc esa misma confianza tenaz en la bondad de Dios, evidenciada en acciones concretas que no pierden tiempo en dudas, vacilaciones ni argumentaciones. ¡Qué nuestras vida:, puedan ser caracterizadas por una abundancia de verbos!

jueves, 12 de enero de 2012

FRUTO DEL ESPIRITU: PACIENCIA



Para hablar de paciencia, tendríamos que remontarnos hacia atrás, a los días de Noé, cuando el Señor estuvo esperando por aquellos hombres y mujeres.  (Gn. 6,7, y 8).  

Hemos visto la paciencia de Dios, desde los días de Noé, hasta el día de hoy.  

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. 
- 2 Pedro 3:9-  

Esto no significa que Dios soportará a los hombres impíos hasta que llegue el fin.  Tampoco significa que tiene que soportarnos a los seres humanos; de hecho, Él no tiene por qué tener paciencia con el pecador.

NO SOLAMENTE ES PACIENCIA - sino PACIENCIA DIVINA - Y LA PACIENCIA DIVINA tiene un PROPÓSITO DIVINO: “QUE TODOS PROCEDAMOS AL ARREPENTIMIENTO.”  

Este tipo de PACIENCIA y de AMOR QUE LO SOPORTA TODO, debería ser también uno de los frutos de nuestras vidas, ya que cuando NACIMOS DE NUEVO, empezamos a ser partícipes de Su naturaleza.  

Este fruto llega a madurar en nuestro ser, sólo por medio de LA PRUEBA.  De esta forma, aprendemos que muchas de las pruebas que pasamos los hijos de Dios, son con el fin de producir el fruto del Espíritu y perfeccionarlo en nosotros.  

Dios tiene misteriosos caminos.  La PACIENCIA es una RARA cualidad que casi no encontramos, pues lo que más abunda (aún en nuestra propia vida) es la IMPACIENCIA, la ANSIEDAD, la INQUIETUD, la PRISA y la INTRANQUILIDAD.

Vivimos en tiempos donde esperar es cada vez  más desagradable. Aún cuando la espera es ínfima, nuestro espíritu inquieto no puede controlar los sentimientos de ansiedad y afán que son propios de la existencia del hombre en la sociedad moderna.

Nuestro llamado primordial en la vida es a orientar nuestra existencia total hacia las permanentes invitaciones de Dios a caminar con él y a buscar su mano en las situaciones más frustrantes.  De esta manera podríamos definir la paciencia como el desafio de disfrutar de Dios cuando las circunstancias nos invitan a la preocupación, la ansiedad y el afán.

El mayor desafio en tiempos de fastidio por las intolerables demoras que debemos soportar es la de aquietar nuestro espíritu.  Es nuestra responsabilidad quitar los ojos de las circunstancias y elevarlas a  Dios, para saber que El reina soberano en todo momento.  La próxima vez que te encuentres en una situación sobre la cual no tienes control, lleva tu espíritu a la presencia del Pastor de Israel y permite que él te conduzca junto a aguas de reposo.

"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". - Salmo 46.10 -