sábado, 16 de febrero de 2013

LUGARES DE REFUGIO


Oh Dios, tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua. Salmo 63.1 (LBLA)



Este es uno de los salmos que más profundamente revelan el corazón de David, mostrando ese anhelo insaciable que tenía de estar con su Dios. Lo más interesante de este salmo, no obstante, es el comentario que lo titula: «Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá». Esto nos provee un marco que le da aún mayor significado a los maravillosos sentimientos expresados por esta poesía.

David estuvo dos veces en e! desierto de Judá. La primera vez, huía de! rey Saúl, quien ya abiertamente procuraba su muerte. El historiador nos dice que en aquella ocasión «David se quedó en el desierto, en lugares fuertes, y habitaba en un monte en e! desierto de Zif. Lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos» (1 S 23.14). La segunda vez que se encontró en e! desierto fue cuando tuvo que abandonar Jerusalén por causa de la rebelión de su hijo Absalón. Dice el relator de aquel incidente, en 2 Samue!, que el rey, «subió la cuesta de los Olivos, e iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que traía consigo cubrió también cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían» (15.30).

Ambas escenas revelan a un hombre envuelto en una situación de profunda angustia personal. Qué tremendo, entonces, que en medio de circunstancias tan devastadoras, exclamara: «Oh Dios, tú eres mi Dios... Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela».

¿Cuál es el principio que se desprende de este salmo? Que un líder debe poseer la capacidad, en tiempos de crisis, de poner distancia entre su vida y las circunstancias que lo rodean, para entrar en la presencia de su Dios y procurar allí el alivio que necesita. Juntamente con ese alivio, vendrá también una perspectiva divina que le permitirá ver con ojos celestiales lo que está viviendo. Sus prioridades
se volverán a alinear con las de Dios y podrá exclamar con pasión: ¡solamente tú eres Dios, Señor!

Si usted analiza la vida de los grandes siervos de Dios, encontrará sin excepción que cada uno de ellos poseía la capacidad de entrar a un refugio secreto en tiempos de crisis, un lugar donde procuraban la comunión con el gran Dios del universo. Piense en Cristo en el jardín de Getsemaní. Piense en Pablo y Sílas en la cárcel. Piense en Moisés cuando descubre el becerro de oro. Piense en Nehemías cuando se enteró del estado de Jerusalén. Cada uno de ellos entró al refugio secreto donde derramaron su corazón en presencia de! que vive y reina por los siglos. Y allí encontraron el alivio y la fortaleza que necesitaban para seguir adelante.

martes, 12 de febrero de 2013

DEBILIDADES CON POTENCIAL


Y él me ha dicho: te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí." 2 Corintios 12.9.

Existe una tendencia universal en e! ser humano a esconder sus debilidades. Estamos tristes, pero ponemos cara de alegría. Deseamos llorar, pero contenemos nuestras lágrimas. Nos sentimos abrumados, pero aparentamos estar en control. Luchamos con la depresión, pero buscamos convencer a los demás de nuestro buen ánimo.

Todo esto no hace más que revelar con gran claridad la inmensa importancia que le damos, como seres humanos, a la imagen que otros tienen de nosotros. Deseamos que nos vean como triunfadores, como personas que caminan con paso firme hacia objetivos claramente definidos en sus vidas. Por esta razón nos resistimos, a toda costa, a revelar esas cosas que muestran nuestra verdadera condición de seres frágiles y débiles.

Pablo declara que gustosamente se gloriará en sus debilidades. ¿Se detuvo alguna vez a pensar en lo alocado de semejante declaración? No solamente no hará ningún esfuerzo por esconder sus debilidades, ¡sino que se gloriará en ellas! Lejos de producirle vergüenza, las mostrará como lasverdaderas marcas de su dependencia absoluta de Cristo. Francamente, nos resulta incomprensible la
actitud de! apóstol. No podemos, sin embargo, dejar de sentir en lo secreto de nuestros corazones una admiración profunda por su estilo de liderazgo.

Recorra por un momento la historia de! pueblo de Dios. ¡Puede pensar en alguna persona que alguna vez fue utilizada por sus fuerzas y virtudes? Abraham era un anciano incapaz de producir hijos. José era un esclavo olvidado en la cárcel. Moisés era un pastor de ovejas tartamudo. Gedeón era el menor de su casa y, además, pobre. David era un simple pastor de ovejas. Nehemías no era más que el copero del rey. Jeremías era joven e inexperto. Juan el Bautista era un desconocido que moraba en el desierto. Los discípulos eran simples pescadores, hombres sin letras ni preparación alguna. A Pablo, el fogoso perseguidor de la iglesia, deliberadamente lo debilitó e! Señor, enviando una espina en la carne que lo atormentaba.

¡y estos son simplemente los héroes de las Escrituras! ¿Qué diremos de figuras como Agustín, Lutero, Wesley, Hudson, Taylor, Moody, Spurgeon, o tantas otras figuras que marcaron profundamente la historia del pueblo de Dios? Todos ellos, sin excepción, fueron útiles porque permitieron que sus debilidades fueran el medio por el cual Dios expresó su gloria.