"y el Señor dijo a Samuel: iHasta cuándo te lamentarás por Saúl, después que yo lo he desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y ve; te enviaré a Isaí, el de Belén, porque de entre sus hijos he escogido un rey para mí." 1 Samuel 16.1
El Señor bien podría haber dado instrucciones más precisas que estas a su siervo Samuel. Podría haberle dicho: «Cuando llegues, pregunta por David, que es el hijo menor de Isaí. El es la persona que he escogido para rey. Ungele y bendícelo en mi nombre". Pero el Señor, fiel a su estilo, le dio solamente la información que necesitaba para que el profeta se pusiera en marcha.
Cuando Samuel llegó a Belén, comenzó el proceso de buscar al nuevo rey. Dios no intervino. Usando Samuel sus propios criterios, creyó haber encontrado al nuevo rey cuando vio al hijo mayor. En ese mismo momento Dios habló, y le dio instrucciones adicionales, revelando el principio que debía guiar el proceso de
selección: «Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" (1 S 16.7).
Las directrices incompletas que le dio el Señor a Samuel revelan un importante principio acerca de la manera en que Dios se relaciona con nosotros. Nuestra tendencia en el servicio a Dios es a creer que estamos trabajando para Dios. Si fuéramos meros empleados del Altísimo, él nos daría instrucciones completas, porque nuestra función sería solamente cumplir con lo encomendado. Sin embargo, esta no es nuestra función. En toda obra que Dios nos manda a realizar, él también está interesado en seguir trabajando en nuestra vida. Las instrucciones incompletas que Dios le dio a Samuel obligaron, primeramente al profeta a caminar en fe. Pero durante el proceso de selección, habiendo cometido el error de mirar lo externo de las apariencias, Dios le enseñó una importante lección acerca de los criterios que Dios usa para tratar a los hombres. La lección, enseñada en el momento preciso, iba a quedar grabada en el corazón de Samuel por el resto de su vida.
De manera que podemos afirmar que en cada proyecto que Dios nos da, él tiene dos metas importantes que cumplir. Una de ellas es que el proyecto se lleve adelante conforme a las directrices que él nos ha dado. Pero la segunda es que, en el proceso, nosotros sigamos creciendo y aprendiendo acerca de cómo se lleva adelante la obra de Dios. No se vea nunca como un mero empleado de Dios. Tú no estás trabajando para Dios. Té estás trabajando con Dios, en calidad de aprendiz. Como Padre amoroso, a medida que realizan proyectos juntos, él te va corrigiendo y enseñando los «secretos» del oficio. Que tu concentración en lo que estás haciendo no sea tal que te lleve a perder de vista esta obra preciosa que él quiere realizar en tu interior. Cada día traerá promesa de nuevas lecciones al lado del Gran Alfarero.
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