viernes, 29 de marzo de 2013
CORRER JUNTOS
"Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante." Hebreos 12.1
El autor de Hebreos, como tantos de los grandes maestros de la Palabra en las Escrituras, escoge una analogía para ayudarnos a entender los desafíos que presenta la vida espiritual. Esta analogía, que seguramente era conocida para muchos de los lectores, es la de una carrera: la maratón. La prueba deportiva, inspirada en la hazaña de un guerrero griego, consistía en correr una gran distancia (en la actualidad son 42 km.) sin desmayar. Pensando en los diferentes requerimientos que tenía la prueba, el autor identifica los aspectos que son necesarios para correr bien en la vida a la cual hemos sido llamados.
El primer elemento que señala el autor es que estamos rodeados de una «gran nube de testigos». Esto hace referencia a una larga lista de héroes que ya corrieron la carrera. Entre ellos se menciona a Abel,
Enoc, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, Moisés, Rahab, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté y David. El tiempo le faltaba al autor para hablar de innumerables otros triunfadores, que «siendo débiles, fueron hechos fuertes» (Heb 11.34). De esta manera, el autor desea animar nuestro corazón en cuanto a la vida que tenemos por delante. El camino nos presenta muchos desafíos y gran cantidad de contratiempos. A veces podemos llegar a creer que es imposible avanzar, y nos sentimos tentados a resignarnos. Pero se nos recuerda que una gran nube de testigos corrió la carrera antes que nosotros y, además, ila terminaron con éxito!
Por otro lado, el comentario del autor implica que la carrera no debe correrse solo. En la carrera moderna, los buenos atletas siempre corren en equipo. Con un ritmo disciplinado, se turnan en compartir los rigores de imponer el ritmo adecuado al grupo, un aspecto crucial para ganar la carrera. A la vez, se animan y alientan entre ellos, porque el grupo genera mayor fuerza que el individuo.
Muchos pastores y líderes sufren la soledad del ministerio. No cabe duda que el pastor transita un camino que tiene aspectos solitarios. Pero también es verdad que la soledad de muchos líderes es auto-impuesta. No se dan permiso para cultivar la clase de relaciones profundas que animan y alimentan la vida espiritual de cada uno de nosotros. Desprovistos de este apoyo vital, son presa fácil para el desánimo, y muchas veces comienzan a verse como víctimas, poco comprendidos por los demás. El líder sabio, sin embargo, entiende que todo cristiano necesita de compañeros que corran a la par de él.
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