sábado, 13 de octubre de 2012

MUESTRATE COMO EJEMPLO



"Ninguna tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza." 1 Timoteo 4.12

La juventud es una etapa de ideales. El joven observa el mundo y denuncia con fervor las injusticias e incongruencias que ve a su alrededor. Cree que puede lograr cambios donde otros han fracasado o claudicado. De igual manera, en la iglesia, muchas veces el joven demanda que se le escuche y reconozca en la congregación. Con frecuencia estas demandas están teñidas de una falta de ternura y respeto por los que están a su alrededor. Pablo valoraba a los jóvenes. A Timoteo, que parece haber tenido un carácter tímido, le mandó que no permitiera que otros despreciaran su juventud. Pero tome nota del método que el apóstol le propuso para lograr el respeto que él necesitaba. Era por medio de su comportamiento ejemplar.

Es precisamente en este aspecto donde la mayoría de los jóvenes fracasan. Tienen fuego y pasión para hacer conocer sus opiniones, pero no tienen la clase de vida que respalde sus sugerencias. Son capaces de enumerar con facilidad los errores que ven en la vida de los demás y no se dan cuenta que esta es la parte más fácil de encarar un problema. Aún no han transitado el camino de la vida, lo que les permitirá aportar soluciones reales y prácticas pura las dificultades que enfrenta el hombre.

Pablo animó al joven Timoteo a que no recorriera el camino de las discusiones y los argumentos. Seis veces, en sus dos cartas, le advirtió que no haría avanzar el plan de Dios con las muchas palabrerías. Sí lo animó, en lugar de esto, a que cultivara la clase de vida que se gana el derecho a ser escuchado. Para el líder joven, este es un desafío duro. Debe aprender que identificar los errores de la iglesia o de los líderes aporta muy poco en la implementación de un cambio profundo y perdurable. El desafío es demostrar, con el comportamiento, que existen otras alternativas. Cuando somos solteros, con cuánta facilidad señalamos los errores que han cometido nuestros padres. Pero luego al casarnos, llegan nuestros propios hijos. ¡Bien pronto comenzamos a ver que la teoría de «cómo ser un buen padre» no es tan fácil de llevar a la práctica! Y no solamente esto, también nos encontramos cometiendo los mismos errores que en otro tiempo denunciabamos como inadmisibles.

El joven que asume el desafío de cultivar una vida donde su conducta y su pureza están a la vista, será tomado en cuenta sin siquiera buscar ese reconocimiento. La razón es sencilla: las teorías abundan, pero ¡la vida habla más fuerte que las palabras!

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