En la ultima mañana del seminario de dos semanas sobre cultura griega, dictado por el Dr. Alexander papaderos, él se levantó de la silla ubicada en la parte posterior de la sala y caminó hacia el frente. Allí había una ventana abierta por donde entraba la luz brillante de sol. Se paró y miró hacia afuera. Los estudiantes siguieron su mirada a través de la bahía, hacia la cruz de hierro que marcaba el cementerio alemán.
Se dio vuelta, hizo el gesto ritual. Y dijo: -¿hay alguna pregunta? se hizo un silencio en medio de la sala. Esas dos semanas habían generado suficientes preguntas para toda una vida y ahora solo había silencio
¿No hay preguntas? - Papaderos busco con sus ojos por toda la sala.
Entonces un joven puesto en pie preguntó - Dr. Papaderos, ¿Cuál es el significado de la vida?
La gente se rió, como de costumbre y empezó a moverse para retirarse.
Papaderos levanto su mano, acalló al grupo, miró al joven durante un rato y le preguntó, si la pregunta era seria y viendo en sus ojos un sí, respondio:
- Contestaré su pregunta.
Sacó su billetera del bolsillo, busco en ella con los dedos y extrajo un espejo redondo muy pequeño, del tamaño aproximado de una moneda.
Y dijo - Cuando era chico, durante la guerra, éramos muy pobres y vivíamos en un pueblo lejano. Un día, en la carretera, encontré los pedazos rotos de un espejo. En ese lugar habían destruido una moto alemana.
Traté de encontrar todos los pedacitos y volverlos a juntar, pero no era posible, entonces me quedé con la parte más grande, esta. Frotándola, contra una piedra la hice redonda y empecé a jugar con ella como si fuera un juguete.
Me fascinó el hecho de que con ella podía reflejar luz en lugares oscuros donde el sol jamás brillaría, en huecos y grietas profundos y en armarios oscuros. Conseguir luz para los lugares más inaccesibles que pudiera encontrar se convirtió en un juego para mí.
Me quedé con el espejito y a medida que crecía, solía sacarlo en momentos de ocio y continuaba con el desafío del juego.
Al convertirme en un hombre, comprendí que no solo era un juego infantil, sino una metáfora de lo que yo haría de mi vida, llegué a entender que no soy ni la luz ni la fuente de luz. Aunque la luz, verdad, comprensión, conocimiento, esta ahí y va a brillar en muchos lugares oscuros, si yo la reflejo.
Soy un fragmento de un espejo del cual no conozco ni el diseño completo ni la forma.
Sin embargo, con lo que tengo, puedo reflejar luz en oscuros lugares del mundo, en zonas oscuras de los corazones de los hombres y cambiar algunas cosas de la gente.
Quizás otros puedan ver y hacer lo mismo. Esto es loq ue soy. Este es el sentido de la vida para mí.
Luego tomó su espejito y sujetándolo muy cuidadosamente, atrapó los rayos brillantes de la luz del día que entraban por la ventana y los reflejó en la cara del joven y en sus manos cruzadas sobre el escritorio.
Jesús dijo: “soy la luz del mundo” (Juan 9:5), y como sus seguidores, debemos ser como ese pequeño espejo, reflejando la luz de Cristo en los rincones ocultos del mundo. Ese es el significado de la vida Cristiana. “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.” (Mateo 5:16)
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