lunes, 27 de febrero de 2012

CONSTRUIR CON SABIDURIA

"Mira que te he puesto en este dia sobre naciones sobre reinos, para arrancar ydestruir, para arruinar derribar, para edificar plantar." Jeremías 1.10

Un gran sector de la Iglesia ha creído que la propuesta del Cristianismo es la de hermosear la vida que poseemos. De esta manera, la persona que llega al arrepentlmlento y  se incorpora a la Iglesia del Señor frecuentemente experimenta modIficacIones muy leves en su vIda. Aun después de muchos años de andar en el camino encontramos que son pocas las cosas que lo dlferencian del hombre de la calle.

La misión que el Señor le da al profeta Jeremías, descrita en términos tan graficos en el texto de hoy, nos muestra que el ministerio involucra un cambio mucho más dramático y profundo de lo que pensamos.  Dios no esta en el negocio de emparchar vldas, de hacerles una reparación mínima para que puedan luego continuar funcionando dentro del reino. Antes de que se pueda producir la tarea de edlficación, debe ser removido todo aquello que no sirve. De esta manera, la tarea del profeta incluía la parte negativa del proceso de reconstrucción, que era la de arrancar, destruir, arruinar y derribar. Nota lo radical y terminante de estos términos. Tu no destruyes ni arruinas aquello que tienes intención  de volver a usar. Tu solamente arrancas y derribaa aquello que ya no te sirve más.

Creo que muchos pastores y lideres se sienten frustrados porque están involucrados en proyectos donde pretenden darle una «lavada de cara» a cosas que, en su esencia, están podridas.  Son muchas las técnicas y metodologías del mundo que hoy nos venden los expertos del crecimiento de la Iglesia, la gran mayoria de las cuales ni siquiera han sido adaptadas a la iglesia, sino simplemente transferidas tal cual existen en el mundo empresarial,  Muchos son los cristianos que quieren retener todas las comodidades y modalidades del mundo, mientras viven una vida predecible e insulsa.  Muchas son las congregaciones que dan testimonio de tener más en común con los ciudadanos de éste mundo que con los del Reino.  Aunque usemos pintura de la más blanca para tornar en presentables estas cosas, su esencia no puede ser redimida.  El único destino adecuado para ellos es el de la destrucción.

Seguramente a esto apuntaba Jesús cuando dijo que «Nadie corta un pedazo de un vestldo nuevo y lo pone en un vestido Viejo, pues sI lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo» (Lc 5:36).   El principio que señala es claro, llega un momento en que el vestido Viejo esta tan desgastado que no vale la pena repararlo.  La solución es tirar el vestido Viejo y guardar el paño nuevo para otra cosa.

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