viernes, 24 de febrero de 2012

LUCHAR CON DIOS

Así se quedó ]acob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Cuando el hombre vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de ]acob mientras con él luchaba. Génesis 32.24-25

Este es uno de esos pasajes que nos resulta por demás extraño. ¿Dios envuelto toda la noche en una lucha cuerpo a cuerpo? ¿Cómo ha de explicarse tan raro evento en el relato de la historia de los patriarcas?
Quizá la historia no es tan extraña como inicialmente parece. Para entenderla, debemos recordar la vida de Jacob. Había nacido hijo de la promesa. Por él pasaba la descendencia de aquellos que iban a ser parte de esa gran nación que le había sido anunciada a Abraham. Por esto, la bendición de Dios reposaba
sobre él aun desde el vientre de su madre. Un rápido vistazo a los acontecimientos de su vida, sin embargo, nos muestran a un hombre que no dudó en echar mano de cuanto artilugio pudiera para conseguir la bendición que Dios le había prometido. Lo vemos envuelto en reiteradas situaciones donde se aprovechó de la debilidad de otros. Lo observamos haciendo trampa, mintiendo, engañando y siendo engañado.
Acumuló una gran fortuna en bienes, pero se hizo de muchos enemigos en el camino, incluyendo el odio visceral de su hermano Esaú, que había jurado matarlo. No es una figura muy inspiradora.

A veces el Señor lleva años queriendo decirnos algo sin poder lograr que le prestemos atención. Su voz es la del «silbido apacible». Pero cuando no hacemos caso, debe adoptar métodos más directos. Este es uno de esos incidentes. En forma muy gráfica Dios le muestra al patriarca lo que había sido su existencia hasta este momento: iuna lucha sin fin por apropiarse de la bendición de Dios! El relato nos dice que el Señor no pudo contra él. De cierto esta no era una puja por dominio físico. Dios podría haberle destruido simplemente con la palabra de su boca. Mas no era la intención del encuentro destruirlo, sino mostrarle lo arduo y cansador que había sido el camino recorrido.

En un sentido muy claro el Señor le está diciendo al patriarca: «toda la vida has estado luchando conmigo, sin darte cuenta que yo estoy de tu lado. ¿Cuándo dejarás de pelear contra mí! Quédate quieto, y déjame que te bendiga de una buena vez)" Lo que más deseaba el Señor era la prosperidad de Jacob, pero no por el camino que éste había escogido.

Muchas veces, como líderes, estamos tan desesperados por asegurarnos la bendición de Dios para nuestros proyectos que echamos mano de todo lo que se nos viene por delante. Trabajamos con una desesperación que revela que creemos que todo depende de nuestro esfuerzo. En ocasiones hasta logramos el avance deseado. Pero cuánto más fácil hubieran sido las cosas si hubiéramos aprendido a unir nuestro trabajo al brazo fuerte de Dios.

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