martes, 7 de febrero de 2012

SEGUROS EN EL

Pero slevanto una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. El estaba en la popa, durmIendo sobre un cabezal. Marcos 4.37·38

¡Cómo no entender la indignación de los discípulos!  Imagínese por un momento la escena.  Una violenta tempestad arreciaba por todos lados. El Viento aullaba y las olas castigaban ferozmente el bote. Los
discípulos, empapados por la espuma del mar y el agua que se metía con insistencia en el fondo de la embarcación, luchaban con desesperación para no hundirse. Y él, ¿dónde estaba? En la popa, durmiendo. ¿Cómo evitar la conclusión de que a él no le interesaba sus vidas?

¿Por qué dormía el Maestro? Seguramente dormía, en parte, porque sencillamente estaba agotado, pues había pasado el día entero enseñando a las multitudes. Sospecho, sin embargo, que su despreocupación tiene otro origen. Las instrucciones de cruzar el lago las había dado él mismo. Podemos decir con toda
confianza, no obstante, que estas instrucciones no habian sido por ocurrencia propia. En Juan 5:30 él dijo: «No puedo yo hacer nada por mí mismo».  Y en el 6:38 del mismo evangelio aclaró «He descendldo del Clelo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» No estabamos errados, entonces,
en afirmar que las órdenes de cruzar el mar las recibio del Padre.

Es en este detalle que podemos encontrar la razon de la postura de Jesús en medio de la tormenta.  El Hijo de Dios no estaba preocupado porque sabia que el Padre se encargaría de que llegasen al otro lado, después de todo la idea de cruzar no habla sido de él.   Su despreocupación tenía que ver con esa profunda convicción de que había uno mayor que él que velaba por su bienestar.  Si Dios había mandado que cruzaran al otro lado, ¿quién lo podía impedir?

Como hijos de Dios, necesitamos tener ese espíritu reposado de quienes saben hacia donde se dirigen.  ¿No sería maravilloso que el mismo contraste entre Jesús y los discípulos fuera el que existe entre Ia iglesia y la atribulada sociedad de hoy!

Pero, para eso, necesitamos hombre y mujeres que saben hacia donde se dirigen, y por qué van hacia ese lugar.  Al Igual que Moisés, cuando el pueblo llegó al Mar Rojo y fue presa del pánico, necesitamos poder decirle a nuestra gente «No temáis, estad firmes, y ved la salvación que Jehová os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los volveréis a ver nunca mas Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaris tranquilos». (Ex 14:13-14)

Esta actitud de confianza y paz solamente la podrás tener si estás absolutamente seguro de lo que está haciendo. Y la única manera de estar seguro de lo que está haciendo es buscando la voluntad de Aquel a quien sirve.
SI tú estás caminando en las obras que él preparó de antemano para que anduvieses en ellas (Efesios 2:10), entonces, ¡no hay tormenta que pueda pararlo! Avanza tranquilo, que Dios está en contigo!

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